Antes de aceptar el cargo, el nuevo secretario general de la Junta Nacional de Drogas (JND), Milton Romani, quería tener las cosas claras. Por eso se reunió con el presidente Tabaré Vázquez y el prosecretario Juan Andrés Roballo para hablar de la estrategia del gobierno y conocer cuál era su posición respecto de la ley que regula la producción y venta de marihuana.
La conclusión a la que llegó después del encuentro le permitió asumir con tranquilidad el cargo que ya ocupó durante la primera presidencia de Vázquez. “El presidente fue muy enfático diciendo que la ley se va a cumplir”, declaró Romani en una entrevista conBúsqueda.
A menos de una semana de asumir, Romani dará su primera pelea para defender la ley en el ámbito internacional. El nuevo secretario general viajará el sábado a Viena, Austria, para participar en una reunión de la Comisión de Estupefacientes de Naciones Unidas.
Romani no solo defenderá la ley uruguaya, sino que estará al frente del bloque regional que aspira a cambios en la política mundial de drogas. “Uruguay no es la mosca negra de la comunidad internacional, al contrario, es un ejemplo”, declaró. Por eso, añadió, la regulación del cannabis debería ser una “causa nacional”.
A la vez que pelea en el exterior, el jerarca prevé avanzar “a pasos firmes” en la implementación de la norma. Romani no quiere establecer plazos sobre la venta de marihuana en farmacias, uno de los aspectos más polémicos de la ley, porque no hay “urgencias”.
“No me manejo con plazos sino con garantías de que sea eficaz”, sostuvo. “Tenemos empeñado el prestigio internacional y lo queremos hacer lo mejor posible”.
—¿Cuáles serán los ejes de su gestión?
—Los ejes de la gestión no se van a modificar mucho en base a lo que es la estrategia nacional para el problema de las drogas 2011-2015 que redactamos junto con (Julio) Calzada. Los ejes rectores siguen estando allí.
La experiencia de los mercados regulados es una experiencia que vamos a seguir con mucha atención. Si podemos demostrar al mundo que hay otra regulación posible, distinta de la prohibición y la ley penal, creo que es un beneficio para la salud, los derechos y la efectividad del control. Eso va de la mano con otro de los ejes de esta Junta Nacional de Drogas, que es la proyección de Uruguay en la política internacional de drogas. Viajo el sábado a Viena para defender el incipiente bloque latinoamericano que está peleando en la Comisión de Estupefacientes, para que la comunidad internacional se dé la oportunidad de tener un debate abierto, sin tabúes, que incorpore otras miradas.
—¿Eso quiere decir que defenderá la ley de regulación del cannabis uruguaya en el ámbito internacional?
—Quiere decir eso y más que eso. Uruguay va a defender el derecho soberano que le asiste de definir sus políticas propias. Va a defender, a su vez, la necesidad de que la comunidad internacional tenga unidad de acción frente a un problema transnacional que es grave, pero que admita, como hoy en día la OEA comenzó a admitir, la diversidad.
—¿Quiénes integran ese bloque regional que mencionó?
—En principio, México, Guatemala, Colombia—que tienen mucha autoridad para decir que esto no va más—, Ecuador, Uruguay y seguramente se incorporen Brasil, Argentina y otros países que estamos exigiendo que haya un debate abierto. Hoy hay una corriente mundial que está reclamando un cambio. Uruguay no es la mosca negra de la comunidad internacional, al contrario, es un ejemplo en materia de política integral de drogas. Hemos adquirido prestigio y demostrado capacidad de liderazgo, por eso creo que, de alguna manera, tendría que convertirse en una causa nacional.
—¿Qué chances hay de que esa corriente mundial logre cambiar la política internacional?
—Seguramente nos van a caminar por arriba en 2016. Pero lo importante es ir generando una corriente de opinión que vaya marcando hitos. La otra cosa importante es que haya países que estén de acuerdo con recorrer caminos alternativos. El sistema internacional se cae por su propio dogmatismo. Ha sido lo brutalmente duro para no admitir en el lenguaje el término “reducción de daños”, cuando fueron esos mecanismos los que salvaron a Europa de la epidemia de heroína. Se trata de salvar vidas, no de que la gente no consuma drogas. La gente consume drogas, las consumió y las va a consumir. Lo que podemos hacer como políticas públicas es prevenir, reducir daños, convencer a la gente de que no consuma, y si consume que lo haga del modo más higiénico posible, regular el mercado de producción, publicidad.
—¿La ley de regulación de la marihuana uruguaya es la mejor solución para el país?
—Sí, creo que sí. A lo mejor se podría haber ido pautando más por etapas, pero creo que está bastante bien. Es un producto típicamente uruguayo, del Uruguay batllista y estatista.
—¿A qué se refiere con que debió avanzarse por etapas?
—Podría haber sido más progresivo, para no embotarse de entrada con muchas cosas. De hecho se está haciendo así. Los medios se equivocan cuando dicen que falta instrumentar algunas partes de la ley. Se está instrumentando. El registro de cultivadores domésticos roza las 2.000 personas, lo cual muestra cierto nivel de adhesión, hay 15 clubes en trámite de habilitación. La parte más compleja que supone crear un mercado de producción y distribución está llevando un poco más de tiempo. Ahora se enlenteció más, de común acuerdo con el gobierno saliente. Calzada y (Diego) Cánepa querían sacar adelante el mercado antes de terminar el gobierno, pero convinimos en que había que tomar tiempo. No hay ningún apuro. La nueva administración empieza ahora a pautar los ritmos. Lo más importante de esta experiencia es que el consumidor se adhiera, porque puede ocurrir que cualquier traspié estúpido te demore y te haga caer. Si tengo toda la producción y el software no está afinado, puede ser un problema. Imaginate que un consumidor vaya a la farmacia a comprar y le digan que el software no está pronto. La ley empezaría a perder confiabilidad. De la misma manera que si vos largás una gran producción de marihuana, estás recontra tupido, y todavía el consumidor no empezó a acceder naturalmente, ¿qué hacés?¿La quemás?
—La expectativa está puesta en que comience la venta en las farmacias. ¿Hasta dónde se cumple con el objetivo de combatir al narcotráfico si eso no se instrumentó?
—Sé cuáles son las expectativas y las presiones. Pero no tenemos ninguna urgencia ni alarma social que cubrir con esto. No me manejo con plazos sino con garantías de que sea eficaz, eficiente. Lo comparo a otras urgencias: en 2005 teníamos cuatro camas para atender problemas de drogas y cuatro espirómetros en todo el país. Teníamos un grave problema con el lavado de dinero y Uruguay ingresaba a una lista negra de no colaboración. Eso sí era una urgencia.
—El gobierno pasado se había puesto plazos muy estrictos. Al ver que la implementación se enlentece surgen dudas en cuanto a que se concrete la venta en farmacias.
—Voy a responder desde el compromiso personal que tengo con esto. Di mi carita en todos los foros internacionales por esta ley. Fui embajador ante la OEA y la defendí con uñas y dientes, me enfrenté con la JIFE. Acepté este cargo porque esto camina y va. Ahora, esto camina y va con pasos firmes pero seguros. Por eso no quiero fijar plazos.
—Cuando Vázquez era candidato cuestionó la venta en farmacias. Ese mensaje y el enlentecimiento de la aplicación son los que despiertan preocupación entre los defensores de la ley. ¿Hay chances de que parte de la ley no se implemente?
—No fue lo que hablé con el presidente, ni el acuerdo que hicimos con Roballo acerca del significado nacional e internacional que tiene esta ley, su similitud con la regulación del tabaco y con la futura regulación de la producción y distribución de alcohol. El presidente fue muy enfático diciendo que la ley se va a cumplir. Tenemos empeñado el prestigio internacional y lo queremos hacer lo mejor posible. Se recuerda eso que dijo Tabaré, pero se recuerda muy poco que dijo “¿por qué la cocaína no?”. No creo que esté en los planes del presidente, y yo no se lo recomendaría.
—¿Están pensando en modificaciones a la ley, por ejemplo cambiando los puntos de venta?
—No, para nada. El Centro de Farmacias se ofreció y lo reclamó. Le vio el interés comercial. El ruido lo hizo la Asociación de Químicos, que no son los dueños de farmacias. Por otra parte las farmacias ya venden medicamentos controlados mucho más dañinos y peligrosos que la marihuana. Y el sistema médico hegemónico receta cosas mucho más peligrosas que el cannabis. Tenemos un problema real en el mundo de abuso de antipsicóticos, ansiolíticos y antidepresivos.
—Si bien el gobierno pasado aprobó el decreto que reglamenta la marihuana medicinal, la comunidad médica aún tiene reparos en el uso del cannabis como parte de un tratamiento. ¿Cómo lo ve usted?
—A lo mejor tienen algo de razón. Durante tanto tiempo el cannabis fue una sustancia criminalizada que no hubo oportunidad para investigar, ensayar, discutir y debatir. Pero empiezan a haber evidencias de muchos centros de investigación, que vamos a tener que incorporar al debate científico y a la formación de estudiantes. Empezar a ver para qué sí y para qué no.
—¿Cuánto tiempo puede pasar para que los médicos receten marihuana?
—Por mi conocimiento personal del ambiente médico, con una buena campaña de seminarios científicos tiene que marchar bien. Si hay laboratorios que empiezan a fabricar y producir marihuana medicinal tendrán sus visitadores médicos y ese va a ser otro mecanismo por el cual los médicos se informarán. Eso no quita la responsabilidad que tenemos como gestores de políticas públicas para ayudar a producir conocimiento.
—¿Qué posibilidades recaudatorias puede tener esta parte de la ley?
—Desconozco. Todos nos dicen que nos vamos a hacer ricos (risas).
—Vázquez señaló que si la ley tiene efectos negativos, se iba a revisar la política. ¿Cuáles son los parámetros que indicarían el fracaso o el éxito de la ley?
—(El ex presidente José) Mujica fue más terminante. Dijo: “Si esto no marcha, vamos para atrás”. He dicho en el exterior que si esta experiencia se demuestra ineficaz o genera daños, damos marcha atrás. Pero qué es ir mal e ir bien es el trabajo del comité científico asesor que montamos. Ahora se está tratando de generar líneas de base que nos permitan identificar convivencia pacífica, aplicación de la ley con criterio de proporcionalidad, adhesión al sistema. Todavía no tenemos identificados cuáles son los parámetros para medir. Algunos piensan que el único posible es si aumenta o disminuye el consumo. Para mí eso es una guarangada. Legalizar un sistema hace que la gente pueda decir lisa y llanamente que consume, y antes no lo decía. El sistema no está hecho para incidir sobre el consumo más o menos, sino para un consumo seguro, reducir los daños, fortalecer la salud pública, acercar a quienes tienen un consumo problemático. Y por último para arrancarle un pedazo al narcotráfico. Creo que el único parámetro que vamos a tener de eso es cuando empecemos a recaudar. Si eso repercute o no en los índices de violencia me parece un poco más difícil de discriminar. Me animaría a decir que si el sistema fluye correctamente, el Estado puede proveer un cannabis no tóxico, los consumidores adhieren al sistema, supongo que las otras premisas también se van a cumplir. Si tenemos una proporción importante de gente que adhiere al sistema, eso para mí es un éxito.
“Control” y no una “guerra” al alcohol
—El presidente Tabaré Vázquez mencionó como prioridad de su gestión una mejor regulación del mercado de alcohol. ¿Cuál será la estrategia?
—La Organización Mundial de la Salud es lapidaria con esto: el alcohol como el tabaco tienen una carga de morbilidad de 4,2% de las muertes de la población. Y todas las drogas ilegales apenas llegan a 1,8%. Que el consumo de alcohol hay que regularlo no me cabe la menor duda. Tenés que tener licencia, como en el cannabis, para producir y vender alcohol. Tenés que tener mecanismos de fiscalización para niños y adolescentes, que hay que intensificar. Tenés que regular la promoción engañosa y abusiva que utiliza a niños, adolescentes y jóvenes. Tenés que tener eventos libres de alcohol, como el fútbol. Y lo más difícil de todo es prevenir y educar en un tema complicado, porque todos tomamos alcohol, a todos nos gusta tomar una copa y lo hacemos en casamientos, cumpleaños, despedidas. Es parte de la cultura mediterránea. Yo no voy a hacer una cruzada, ni un combate, ni una guerra contra el alcohol. Pero sí fiscalización, controles y promover el autocontrol.
—En los dos primeros gobiernos del Frente Amplio el Poder Ejecutivo envió al Parlamento proyectos de ley para regular el mercado del alcohol, pero no consiguió que se aprobaran pese a tener mayoría parlamentaria. ¿Qué le hace pensar que ahora sí conseguirán el respaldo político?
—Que lo haya colocado el presidente como una prioridad es un elemento que no lo tuvimos en años anteriores. Eso es una gran ventaja. Hay que crear un gran consenso en todo el sistema político, sea la bancada o los intendentes. El vino es un producto nacional de primer orden que está protegido y promovido, y es fuente de alimentación y producción de muchas familias. En muchos departamentos es una de las principales actividades. Y son sectores que se sienten lesionados, porque ven un ataque a su fuente de vida. La mayor preocupación es encontrar un equilibrio que no lesione intereses legítimos y encontrar la fórmula de fiscalizar. Es cierto que sin un mecanismo impositivo es difícil, pero estoy dispuesto a discutirlo. Hay que debatir y lograr consensos para que nadie se sienta amenazado. Quizás haya que recurrir a un sistema incremental, ir por pasos. Son temas a ver, pero hay un problema de salud pública prioritario.
—¿Hay plazos para presentar un proyecto de ley?
—No. Lo voy a hacer lo antes posible para no dilatarlo. Hay que revisar lo bueno que tenían los articulados anteriores y conversar con mucha gente.
—¿Antes de eso se van a incrementar las campañas contra el consumo de alcohol?
—Se han hecho campañas y se van a seguir manteniendo, porque es una línea central. La droga más consumida y la que más daño hace es el alcohol. El sistema de salud público y privado tienen que estar preparados para intervenciones breves de asistencia a las personas con problemas de alcohol. Tiene que haber algo parecido a las clínicas de cesación tabáquicas.